El faro

El faro

sábado, 9 de febrero de 2013

LA CAJITA DE MÚSICA





María era una niña preciosa, de cabellos dorados y ondulados. Le encantaba ir a casa de sus abuelos que vivían en un pequeño pueblo donde había muchos prados por los que correr, coger flores...
María era una niña llena de energía, muy alegre...disfrutaba de cada momento de su vida. Le encantaban los perros pero sus padres no le dejaban tener uno, ya que vivían en la ciudad y no lo veían oportuno. Sus abuelos que tenían adoración por su nieta, la consentían en todo. Un fin de semana que María va a casa de sus abuelos tenían una sorpresa para ella.
 
-María, le dijo su abuela.
-Qué abuela.
-En el cobertizo tienes una sorpresa.
-¡Una sorpresa!, ¿y qué es abuela?.
-Si te lo digo ya no será una sorpresa. ¡vete y averígualo tu misma !.
 
María corrió hasta el cobertizo deseosa de saber cuál era la sorpresa. Al  entrar no podía creer lo que estaba viendo. Se quedó inmóvil, no le salían las palabras...
 
-¿No te ha gustado la sorpresa?, le pregunta su abuelo.
-¡Sí abuelo!, pero...son...¿son todos para mí?.
-Bueno,ahora estarán todos juntos porque son muy pequeñitos y necesitan a su mamá para que los pueda alimentar. Después tendrás que quedarte solamente con uno.
-¿Y qué pasará con los demás?.
-Los demás tendrán un nuevo hogar donde los cuiden y los quieran.
-¡Mamá!,mira que bonitos son.
-¡Sí que lo son!, ¿estarás contenta?.
-¡Sí mamá!, gracias abuelitos.
 
 
María estaba feliz,eran tan pequeños, tan suaves, de color canela como a ella le gustaban. Para ella era un sueño hecho realidad. Iba cada fin de semana a casa de sus abuelos y disfrutaba de los perritos. Como sabía que tendría que quedarse solamente con uno fue observándolos y decidió que se quedaría con la perrita. Los demás eran todos perritos. Decidió que la llamaría Perla. La llevaba de paseo. Iba a los prados, donde podía correr y jugar con ella. Le encantaba cuando se caía y Perla se subía encima de ella, le hacía cosquillas con su ocico y ella se reía...le encantaba jugar con perla.
 
 
Cuando iba al colegio le hablaba a sus amigas de lo bien que lo había pasado el fin de semana con su perrita Perla.
Un fin de semana cuando llegan a casa de sus abuelos, ve que están muy tristes. Perla no va a recibirla como siempre hacía. María intuye que algo malo le ha pasado a Perla.
 

-Abuela, ¿dónde está Perla?.
-María...Perla...Perla ha sido atropellada por un coche y...
-¡Nooo...!, Perla...
 
La niña sale corriendo, corre y corre...hasta que no puede más. Se sienta bajo un árbol, con las piernas encogidas y las manos abrazando su cuerpo. Llora desconsoladamente recordando todos los momentos que ha vivido con Perla. Pasan varias horas hasta que regresa a casa. Sus padres y sus abuelos estaban muy preocupados. Al verla llegar, no la regañan, solamente la abrazan con fuerza.
Al fin de semana siguiente cuando llegan al pueblo María recuerda a Perla y se pone tan triste que sube a su habitación y coge una cajita de música que tiene su abuela. La abre y tumbada en la cama mientras escucha la música llora recordando a Perla. Su abuela entra en la habitación y se sienta a su lado. Le acaricia el pelo y le seca las lágrimas mientras le dice:
 
-María, sé que estás muy triste y que querías mucho a Perla. Pero a ella no le gustaría verte llorar, seguramente que se pondría muy triste. Seguro que le gustaría que recordaras todos los momentos bonitos que habéis compartido.
 
Entonces María cerró la cajita de música, se sentó en la cama y le dijo a su abuela:
 
-¿De verdad crees que se pondría triste si me viera llorar?.
-Sí, ¡claro que sí !.
-Pues entonces no lloraré más.
-Me parece buena idea. ¿Te gusta la cajita de música?.
-Sí abuela, mucho.
-Bueno, pues entonces es tuya.
-¿Me la regalas?.
-Sí, es para ti.
-Gracias abuela.
 
 
María coge la cajita de música y sale corriendo, no para hasta llegar al árbol. El mismo donde había estado llorando cuando se enteró de que Perla había muerto. Hizo un agujero lo suficiente mente grande para que cogiera la cajita y la enterró como si fuera un tesoro. Cada vez que estuviera triste iría a ese lugar y escucharía la música de la cajita. Ese sería su secreto. Así  podría llorar sin que nadie la viera.
María dejó de ser una niña, ya era una mujercita y cada vez que tenía un problema o estaba triste, acudía a aquel lugar para poder llorar a solas y desahogarse tranquila mente sin otros ojos que la estuvieran mirando. Acudía a aquel lugar como se había prometido de niña...
 

1 comentario:

Abner Arias dijo...

Detrás de cada alegría, pareciera que hay una horrible tristeza. Que ironías de la vida cuando crees tener lo que tanto as anhelado de pronto te quedas con el corazón destrozado y las manos vacías. Mirando las estrellas buscando una explicación sin hallar respuesta.