Los niños de familias separadas sufren de forma inevitable, tienen problemas emocionales y de conducta que les hacen estar en desventaja con los demás niños.
Bastantes niños interpretan el divorcio de sus padres como un rechazo o abandono y queda afectada de alguna manera su seguridad física y también psíquica.
El divorcio no tiene consecuencias positivas y menos para los hijos que casi siempre son los más afectados, pero también es verdad que si los padres dan ejemplo de madurez, serenidad y coherencia, esos efectos se pueden atenuar en gran medida.
Si todos los divorcios y todos los hogares deshechos llevaran indefectiblemente a problemas psicológicos, estaríamos ante un problema gravísimo y la verdad es que , siendo grave, no es siempre tan tremendo.
Muchas veces se desencadena una rabía hacía los padres por haberse separado y casi todos los niños manifiestan el deseo de que sus padres arreglen sus diferencias y vuelvan a unirse. Piensan que no han contado para nada con ellos a la hora de separarse y sólo han tenido en cuenta sus propios egoismos y conveniencias. Por eso culpan a uno o a los dos padres de la separación.
Para el niño la consecuencia más inmediata de la separación de sus padres es que se suelen cuestionar las demás relaciones sociales, su caracter perecedero y circunstancial. Esto les produce una sensacíón de inseguridad general.
Cuando las relaciones entre los padres separados son de respeto mutuo y buenos modales, manifestando al niño cuánto le quieren y que en nada debe temer por su futuro, los miedos desaparecen por completo.
Factores que atenúan
- Se ha de comunicar al niño la separación explicándole que esto ocurre porque discuten y se
enfadan mucho, pero que los dos le siguen queriendo mucho y que no tiene nada de lo que
que preocuparse. Jamás se debe culpar al otro cónyuge. Hay que manifestar respeto y
consideración por el otro ante el niño.
- El niño necesita mantener continuamente una buena relación almenos con uno de los padres.
Si la situación familiar ha quedado en un estado realmente desastroso, para garantizar el
mínimo de seguridad y equilibrio psíquico del niño se precisa que éste mantenga una relación
familiar estable y positiva.
- El niño tiene que vivir con el progenitor que desee y debe estar conforme con todo lo referente a
la custodia, días de visita, etc., o almenos conocerlo. Se debe contar con él y dejarle expresar
libremente sus gustos y deseos.
- Evitar alternar periodos de separación y de reconciliación. Esos padres que se separan durante
un tiempo, después se reconcilian y luego vuelven de nuevo a separarse, crean graves estados
de ansiedad en el niño en ese hacer y deshacer ilusiones constantemente.
- No se puede utilizar a los niños para resolver los problemas de la pareja. Las faltas de respeto,
insultos, quejas...sobre el otro progenitor hacen más difícil para el niño entender y aceptar la
separación de sus padres.
Es imprescindible contar con los profesionales y no solo para resolver las cuestiones legales. Pueden contar con un servicio de mediación familiar en el cual se obtienen el apoyo legal y psicológico para que su separación sea lo menos conflictiva posible.
Volver a casarse
Puede y suele haber problemas de adaptación cuando el padre o la madre de un niño se vuelven a casar. Si es difícil es ser hijastro , ser padrastros o madrastas también lo es. La experiencia confirma que hay un mayor riesgo de problemas psicológicos en aquellos sujetos cuyos padres se vuelven a casar , sobre todo cuando el cónyuge es del mismo sexo que el niño. Los roces, los celos y la ambivalencia que son comunes en las relaciones hijastro-padrasto pueden superarse, como también la mayoría de los problemas psicológicos, con un tacto especial, comprensivo y cuidadoso, cargado siempre de respeto y consideración hacia el niño. No pretender ser tanto o más que su propio padre o madre, ni forzar jamás situaciones como obligarle a llamarle mamá o papá. Que sea el niño quien decida el trato y la dosis de confianza y cariño que desea recibir. Respeto, tolerancia, comprensión y cariño que desea recibir. Respeto, tolerancia, comprensión y cariño terminan, en la mayoría de los casos, por dar resultado. El niño acaba por rendirse a la sinceridad, el respeto y el amor que le rodea.
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